lunes, 25 de febrero de 2013

Nada es perfecto en la Viña del Señor

Pasada la media noche terminaba la ceremonia anual del Óscar y ya mi timeline de Twitter pasaba a otro tema: El Festival de Viña del Mar 2013. Todos los que lo veían, esperaban la presentación de los venezolanos Chino y Nacho quienes serían los encargados de cerrar la primera jornada del festival.




Abrieron su presentación con "Baby Bonita", siguieron con "Tu Angelito", "Dame un Besito", "El Poeta" y finalmente cerraron con "Regálame un Muack". Esta última sin "El Potro" quien seguramente los veía desde "La Quinta República" mientras ellos cantaban en "La Quinta Vergara" (Rolando Salazar dixit).





Bueno, el punto es que mucha gente en mi timeline, incluyéndome, notábamos a ese público bastante desanimado, o quizá sí estaban animados pero no lo hacían notar. Y vamos a estar claros, si ese público fuese venezolano, ahí hubiésemos estado todos bailando y gozando un puyero, independientemente de que nos gustase Chino y Nacho o no. 





Entonces fue donde surgió mi pregunta: ¿Qué le hace falta a los chilenos, y tenemos nosotros, que nos hace más pachangueros?





Con todo el respeto que se merecen los chilenos, hice hipótesis como:





- Quizá les hace falta CADIVI.


- Es posible que a Chile le haga falta un #PaquetazoROJO


- A Chile le hace falta INFLACIÓN.


- Quizá a ellos los motorizados no le tumban el retrovisor en la cola.


- Seguramente los chilenos los dejan comprar más de 4 harinas y 4 aceites por persona.


- Nada es perfecto en la Viña del Señor.


- Quizá son aburridos porque ellos sí tienen presidente.





Evidentemente, esto que enumeré no nos hace mejores, pero sí diferentes. Y para mi sorpresa, esto mismo, me hizo caer en cuenta que a nosotros nos hacen falta más cosas que a los chilenos.


sábado, 23 de febrero de 2013

Amor con tufo no dura.


Eran como las 10 de la mañana cuando mi "crush" abrió la puerta del salón con cara de trasnochado. Caminó rápidamente hasta donde estaba yo y se sentó en la silla del lado.
      Era la primera vez que lo tenía tan cerca porque siempre lo veía al otro lado de la mesa ovalada.
       Su aliento delataba que la noche anterior había estado divirtiéndose y tomando. Sus ojos rojos lo hacían lucir cansado; pero ahí estaba, siempre tan elocuente y participativo en la clase.
      Yo —a su lado- percibía cada uno de sus olores: la mezcla entre su perfume caro y su aliento a licor.
      Al terminar la clase, me preguntó:
-¿Leíste el texto?-  ¿Cuál? —pregunté-.-  El fragmento de "El Brujo Postergado" de Borges... Es muy de pinga —dijo con una sonrisa picarona y un tono seductor-.
      En ese momento caí en cuenta que había olvidado por completo la lectura. Aproveché que tenía un receso de 30 minutos para salir, buscar el correo que nos había enviado el profesor y leer el fragmento desde mi teléfono; sólo me tomó 10 minutos.
      Regresé al salón. Lo vi sentado en su silla frotándose los ojos con los puños de las manos para terminar de despertar.
      Me acerqué y sin pensarlo le dije: "¡Fascinante!". Refiriéndome más al hecho de estar hablando con él que a la lectura —que sin duda era riquísima-.
      Él, con una sonrisota, exclamó: "¿Viste? Es lo máximo". 
       Nos pusimos a hablar de lo sabrosas que son las lecturas que te transportan a mundos mágicos e irreales; algo que caracteriza a Borges.
      Él seguía hablando y yo sólo asentía con la cabeza. Me dedicaba a ver su nariz fina, sus ojos grandes y expresivos, sus contadas canas que se asoman en su cabello, sus brazos largos que terminan en manos con dedos largos y uñas bien cuidadas.
      Esa atmósfera perfecta fue interrumpida por el tono de voz grave y con acento argentino de nuestro profesor, indicando que la clase ya iba a comenzar. - ¡Silencio! Que 'shá' vamos a comenzar —dijo-.
      Comprendí lo que sentirían las amas de casa cuando el capítulo de la novela, en su etapa cumbre, era interrumpido por una cadena nacional.
      Tenía que contar lo que me había pasado, así que agarré mi teléfono, entré a "Twitter" y escribí un tuit: "Hoy mi crush del diplomado me habló por primera vez. Tiene un tufooooo terrible. Pero igual lo amo". Le di enviar y coloqué mi teléfono en la mesa.
      La clase continuó y mi teléfono en la mesa reposaba bloqueado. Sin previo aviso, se encendió la pantalla y los ojos de mi "crush" apuntaron hacia ella. Sincronizados, leímos una mención en respuesta a mi tuit que decía: "Amor con tufo no dura".